Septiembre 2019 – Hiperinflación de activos, la peor noticia para el patrimonio familiar

Está ocurriendo un fenómeno que a los bancos centrales se les ha escapado de las manos, y están ignorando las consecuencias tan desastrosas que puede tener para la economía. Esto es especialmente grave en Europa. Estados Unidos aún no está ahí pero las recientes bajadas de tipos de interés pueden acercarles al abismo que ya tenemos en Europa. En su lucha por estimular la economía y la inflación de consumo, las herramientas que han usado los bancos centrales (bajada de tipos y QE, o compra de deuda gubernamental y corporativa) han hiperinflacionado los activos de inversión, aquellos que esperamos nos permitan mantener el poder adquisitivo de nuestro patrimonio en el futuro.

El más evidente es la deuda gubernamental. El precio del bono alemán ha subido tanto que el rendimiento que produce es negativo hasta un plazo de 30 años. Es decir, prestar el dinero al gobierno alemán, con el riesgo que supone dejarle dinero al gobierno de una economía al borde de la recesión, no sólo no proporciona ningún beneficio sino que expone a una pérdida asegurada. O lo que es lo mismo, el acreedor de deuda alemana se ha apropiado ya hoy de todos los beneficios futuros que dichos activos podrían proporcionar. Nadie en su sano juicio debería comprar deuda alemana y ya está dejando de pasar. El único comprador que aún puede seguir engordando la bola es el propio BCE. Todo inversor privado debería vender masivamente sus bonos con rendimientos negativos a más de 5 años. No caigáis en la trampa de comprar sólo porque el precio no para de subir.

Los daños de la hiperinflación de activos a la economía son relativamente sencillos de explicar: el crecimiento del PIB depende directamente del consumo, la inversión, el gasto público, y exportaciones menos importaciones. Si anulas uno de los motores, la recesión está asegurada.  Fomentar el consumo está muy bien, pero si para conseguirlo te cargas la inversión privada el PIB bajará y la burbuja estallará seguro, la única duda es cuándo. El BCE sólo se preocupa de controlar el poder adquisitivo del asalariado y ha hundido el de ahorradores e inversores (fondos de pensiones incluidos). Hoy en día, con el mismo dinero compras la mitad de beneficios futuros que hace 10 años (tomando como referencia aproximada el MSCI World Index). Es decir, es mucho menos atractivo invertir hoy que hace 10 años, y cada vez lo será menos si los bancos centrales siguen por este camino.

La inversión privada ha sido la principal característica que ha hecho que los sistemas capitalistas hayan producido más riqueza que los comunistas. En una economía que goza de más libertad, el capital privado se asigna a los proyectos de más valor (ya sea económico o social) y se retira de los proyectos que no ofrecen valor. Cuando ese valor se esfuma, el capital se reasigna rápidamente y los recursos del proyecto también (tanto humanos como materiales). En una economía dirigida sin incentivos para la inversión privada se perpetúan los proyectos de bajo valor y se desincentiva la creatividad rupturista generadora de tanto bienestar a la sociedad.

El ejemplo perfecto lo vemos en el sector bancario: se les demoniza, se sobrerregula su actuación, se socializan sus pérdidas y se les obliga a prestar dinero a cambio de muy poco incentivo. El resultado es que sólo prestan a los proyectos de menos riesgo. Se ha roto el efecto multiplicador del dinero. Por eso no consiguen crear inflación de consumo por mucho estímulo que metan.

Esta descomunal burbuja se puede pinchar por tres vías: 1) por un cambio político (ya empieza a haber disensión entre los países europeos que tienen voto en la política del BCE); 2) por un incremento de la inflación; o 3) porque el capital privado empiece a vender ya, masivamente, futuros sobre el bono alemán y doblegue a la mano compradora de los bancos centrales.

Las dos primeras vías son impredecibles pero la tercera vía ya está empezando a pasar. El capital privado hoy ya tiene medios para frenar los precios: la venta de futuros sobre el bono alemán permite vender hoy caro y comprar mañana a precios más baratos si el precio se desploma. Si se hace de forma consciente y sin esperar a que otro pinche la burbuja tendremos muchas más herramientas para controlar el riesgo para las carteras. Los precios tanto de bonos como de bolsa se normalizarán y los ahorradores e inversores que hayan sabido protegerse de la caída volverán a poder invertir su patrimonio a una rentabilidad razonable y suficientemente atractiva.

¿Cómo invertir en un entorno tan complicado? Comprar acciones de empresas que ofrezcan crecimiento y beneficios futuros atractivos, que todavía las hay; vender futuros sobre los activos sobrevalorados (bonos gubernamentales, índices de bolsa y acciones defensivas sin crecimiento), comprar USD y mantener niveles altos de caja.

Como en todas las burbujas de activos anteriores no pasa nada hasta que pasa. Y ésta no es tan distinta a las anteriores. Quizá pueda crecer y durar más que nunca porque los responsables esta vez son los bancos centrales, pero acabará pinchando como todas las demás.